sábado, 8 de enero de 2011

Conseguir la Libertad Financiera duplicando un sistema

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Al hilo de esto quiero contaros una antigüa leyenda sobre un Hindú llamado Sessa, donde se dice que él fue quien invento el juego del ajedrez. Es dicha leyenda parece ser que este señor también “inventó” el interés compuesto. Si no fue él el inventor, desde luego lo supo aplicar muy bien:
La leyenda cuenta que allá por el siglo VI, después de una guerra cruenta, el rey Iadava se amargó ya que la angustia y la tristeza se fueron agravando por la pérdida de un hijo que le fue arrebatado en ella. Un día el rey fue informado de que un joven brahmán, humilde y modesto, solicitaba una audiencia. Su nombre era Lahur Sessa. Cuando estuvo ante el rey le informó que había inventado un juego para distraerlo y abrir las puertas de nuevas alegrías.
Lo que Sessa traía al rey era un gran tablero cuadrado dividido en sesenta y cuatro cuadros (escaques), sobre éste se colocaban, dos series de piezas unas eran blancas y las otras negras y había reglas curiosas para moverlas de diversas formas.
Sessa explicó pacientemente al rey, a los visires y cortesanos en que consistía el juego y le explicó las reglas esenciales.
El rey quedó maravillado y dirigiéndose al joven brahmán, le dijo: -Quiero recompensarte dignamente por este maravilloso regalo que tanto me ha servido para el alivio de mis viejas angustias y a fin de demostrarte mi agradecimiento;  soy bastante rico como para poder cumplir tu deseo más elevado -.
Entonces replicó el joven Sessa – ¡Poderoso señor!, no deseo más recompensa por el presente que os he traído, que la satisfacción de haber proporcionado un pasatiempo al señor de Taligana al fin de que con el alivie su infinita melancolía. Estoy pues sobradamente recompensado, y cualquier otro premio sería excesivo -.
El rey insistió – Me causa asombro tanto desdén y desamor a los bienes materiales. Exijo por tanto que escojas una recompensa. ¿Quieres una bolsa llena de oro? ¿Quieres un arca repleta de joyas? ¿Deseas un palacio? ¿Aceptarías la administración de una provincia? Aguardo tu respuesta y queda la promesa ligada a mi palabra -.
- Aceptaré pues la recompensa que ofrecéis por el juego que inventé, la recompensa habrá de corresponder a vuestra generosidad. No deseo sin embargo, ni oro, ni tierras, ni palacios. Deseo mi recompensa en granos de trigo -.
- ¿Granos de trigo?, exclamó el rey sin ocultar su sorpresa ante tan insólita petición. ¿Cómo voy a pagarte con tan insignificante moneda?
- Nada más sencillo, explicó Sessa. Me daréis un grano de trigo para la primer casilla del tablero; dos para la segunda; cuatro para la tercera; ocho para la cuarta; y así, sucesivamente hasta la sexagésima y última casilla del tablero -.
- ¡Insensato! Exclamó el rey. ¿Dónde aprendiste tan necio desamor a la fortuna? La recompensa que me pides es ridícula. Bien sabes que en un puñado de trigo hay un número incontable de granos. Con dos o tres medidas te voy a pagar sobradamente. Pero, en fin, mi palabra fue dada y voy a hacer que te hagan el pago inmediatamente de acuerdo con tu deseo.
Sessa sonrió, abandonó la sala y quedó esperando a la puerta del palacio.
Durante la comida, el rey se acordó del inventor del ajedrez y envió para que se enteraran de si habían entregado ya al irreflexivo Sessa su mezquina recompensa.
- Soberano tu orden se está cumpliendo. Los matemáticos de la corte calculan el número de granos que le corresponde -.
El rey frunció el ceño. No estaba acostumbrado a que tardaran tanto en cumplir sus órdenes.
Por la noche, al retirarse a descansar, el rey preguntó de nuevo que cuanto tiempo hacía que Sessa había abandonado el palacio con su saco de trigo.
- Soberano tus matemáticos trabajan sin descanso y esperan terminar poscálculos al amanecer -.
- ¿Por qué va tan despacio ese asunto? –gritó iracundo el rey –que mañana antes de que me despierte hayan entregado a Sessa hasta el último grano de trigo -.
Por la mañana comunicaron al rey que el matemático mayor de la corte solicitaba una audiencia para presentarle un informe muy importante.
El rey mandó que le hicieran entrar.
- Soberano, no depende de tu voluntad el cumplir semejante deseo en todos tus graneros no existe la cantidad de trigo que exige Sessa, Tampoco existe en los graneros de todo el reino. Hasta los graneros del mundo entero son insuficientes. Si deseas entregar sin falta la recompensa prometida, ordena que todos los reinos de la Tierra se conviertan en labrantíos, manda desecar los mares y océanos, ordena fundir el hielo y la nieve que cubren los lejanos desiertos del norte. Que toda la Tierra sea totalmente sembrada de trigo, y ordena que toda la cosecha obtenida en estos campos sea entregada a Sessa. Sólo entonces recibirá su recompensa -.
El rey escuchaba lleno de asombro las palabras del anciano sabio.
- Dime, cuál es esa cifra ton monstruosa- dijo reflexionando -.
-¡Oh, soberano! dieciocho trillones cuatrocientos cuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billones setenta y tres mil setecientos nueve millones quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince (18.446.744.073.709.551.615) granos -.
(Juntando todas las cosechas de trigo del mundo se tardaría más de 100 años en lograr dicha cantidad).

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